Formas de vida cotidiana

 Las formas o ‘estilos’ de vida cotidianos hacen referencia a las maneras de pensar y sentir de las personas sustancial y fundamentalmente para construir la identidad propia y necesaria para la organización y la cohesión social. Por otro lado, son usos de los comportamientos y características que identifican las tendencias, las cuales las personas adquieren en diálogo con otras personas y circunstancias de la vida para responder a sus intereses provechosos por conveniencia, pero también porque ofrecen herramientas que valoran al individuo positiva o negativamente según los hábitos y vicios que lo caracterizan.

En concordancia con lo anterior en ellas, los sujetos producen culturalmente una capacidad para percibir quiénes son las personas y cuáles son sus inclinaciones en la medida en que observan lo que ‘consumen’, de igual modo se hacen las distinciones culturales y sociales en correspondencia con la copiosa riqueza financiera que por conveniencia el mercado y los medios de comunicación impulsan comportamientos arribistas y con los cuales someten a los sectores populares y comunitarios a unos modos habituales de entender y hacer; autorizadas por el empobrecimiento y las condiciones adversas.

Los estilos o formas de vida cotidiana se configuran en la re-novación y la reorganización de las maneras con las que negociamos con otras identidades culturales y formas de vida condicionadas por los valores de tal o cual cultura y el lugar social en el que nos encontremos como Cultura (De Pablos y Sánchez (2003).

Me parece que actualmente, y por encima de la condición social existen unas lógicas de lo posible que se imponen como determinantes y hasta deseables. Si hay algo que considero han sido eficaces los neoliberales es en convertir el pensamiento único en sentido común[1].

Tanto los jóvenes que ingresan a las universidades públicas después de tres años y más, de educación bancaria, como aquellos niños y jóvenes que desde que nacieron estuvieron excluidos de todo, en situación concreta ambos están convertidos en cosas. La autora cita a Paulo Freire (1976, p.12, 2003, p 63) para confirmar, están convertidos en meros objetos de los opresores que prescriben su modo de estar en el mundo, el gran discurso neoliberal reside más en su dimensión ideológica-política que en su dimensión económica. (Masi, 2008, pp.76-78). 

Masi (2008) hoy en las observaciones a las dinámicas de la vida contemporánea y en las respuestas que dan los jóvenes y estudiantes de los sectores populares a las preguntas; acerca de sus ideales, representaciones, esperanzas, preferencias, planes y sus posibilidades de realización ‘muchos de ellos’ cooptados por la desconfianza de la verdad. 

Aquí, entramos a problematizar “la desconfianza de la verdad”, desde las reflexiones de Magendzo et al. (1994) cuando llaman la atención sobre lo siguiente: los discursos de las distintas ‘verdades’ políticas, físicas, biológicas, filosóficas, éticas, culturales y hasta las que dan origen y orientan ‘las artes’ son verdades en movimiento, cimentadas en la diversidad entre los saberes y el conocimientos de la realidad, de las maneras de pensar y ver la vida que nacen en la observación y la experiencia contextualizada, caracterizada y sistematizada y de la cual surgen los principios comprobados y las nuevas propuestas. Es decir:

todas las verdades se tocan entre sí, la verdad es entonces una tensión que acerca a los hombres y les otorga un campo en común de diálogo permitiéndoles en su disputa, sentirse parte de una misma realidad que se inicia por el reconocimiento mutuo. La verdad es, por tanto, el espacio de encuentro, las diferencias son la riqueza y donde el intercambio es la vida.
En un régimen de libertad las dimensiones del dinamismo de la verdad son la igualdad sin discriminación, la libertad sin dogmatismos, solidaridad sin imposiciones, satisfacción de las necesidades básicas sin subordinación de los hombres a las cosas, creatividad cultural sin manipulaciones y alienación (pp.10-11).

En la cotidianidad los jóvenes universitarios y no universitarios tienen propuestas personales, aspiran a la independencia económica para pasarla bien y cómodamente e irse del país, ‘otros’ reconocen que no saben que “van hacer con su vida”, que entran a una u otra ‘carrera’ para ‘ver que pasa’; son una minoría quienes tienen preguntas sobre su vida y hacen acciones y reflexiones por su vida. Son las lecturas a estas prácticas contextualizadas las que nos llevan a interpretar “el grado de alienación a las que han sido sometidas nuestras sociedades.” (Masi, 2008, p.79). 

El planteamiento de Masi coincide con Vega (2015) quien señala, la institucionalización de la mercantilización de la universidad declara la división de las clases en la educación, predice que los sectores populares deben dedicarse al “trabajo alienado” y otros en minoría reciben formación especializada paraque se desempeñen como gobiernos del Estado. La capacitación para el ‘trabajo alienado’ es una presión del poder capitalista a través de la implementación de sus políticas actuales de flexibilidad laboral, con las cuales se manipulan a la universidad paraque se ajuste y se acomode al ‘mercado’ dirigiendo a los alumnos(as) solamente a estudiar y disponerse a recibir las enseñanzas para corresponder con rivalidad a las demandas de las empresas. Razones por las cuales se necesitan universidades que preparen en poco tiempo para conseguir ‘competencias’ que les permitan ser trabajadores los cuales “Hoy tienen trabajo y mañana no” y sin el lenguaje de la crítica y la posibilidad.

El planteamiento de la alienación concuerda con el pensamiento de Landa (2017) para quien

la categoría de alienación reviste una importancia significativa en la actualidad, expresa la síntesis del proceso histórico mediante el cual las condiciones de producción y reproducción de la vida real de una comunidad son subordinadas al metabolismo del capital. Dicho proceso tiene dos momentos un primer momento que se podría llamar desestructuración del patrón de producción y reproducción anterior que conlleva a su subordinación extraeconómica; y otro momento que puede seguir o ser concomitante a este (superponerse, entrelazarse) y cuyo contenido es la reproducción en escala ampliada de las condiciones de existencia/valorización del capital.
Ambos momentos son expresión fáctica del ejercicio del poder de un bloque de clases dominantes sobre otra clase subalterna (p.260).

Landa (2017) la alienación es un concepto del conocimiento histórico y abstracto el cual permite un movimiento relativo hacia otras nociones y ‘categorías’ en hábitos y costumbres de la vida real con los cuales se producen las ideas teóricas acerca de la hegemonía, específicamente de la ‘violencia’ y la ‘dominación’ sobre el esfuerzo humano útil a la producción de riqueza; la formación profesional y la doble moral en la sociedad capitalista, en la cual el objeto es ubicar la ‘producción’ y la ‘reproducción’ en la vida cotidiana de las personas de la ‘comunidad’ o comunidades que la conforman.

Retomando a Masi (2008), esta autora cita a Freire (1972 b:44) para afirmar “Los oprimidos, acomodados y adaptados en el propio engranaje de la estructura de dominación de dominación temen a la libertad, en cuanto no se sienten capaces de correr el riesgo de asumirla”. Es allí cuando uno siente que, en vez de que el desasosiego y la impotencia lo inmovilice, tiene algo que decir y hacer. Por tanto, si la cultura es creación de los hombres, no existe ningún determinismo fatal, que impida recrearla, hacerla nuestra y humana (p.80).

Masi (2008), el día a día de los sectores populares es objeto de humillaciones, las personas no se proponen crecer como Seres humanos, ya que la vida violenta que llevan no admite la naturaleza ‘humana’, su conciencia, es la misma conciencia del opresor y produce efecto sobre su conciencia ingenua y su vida cotidiana. En la existencia de estos dos fenómenos al interior de cada persona, emergen actitudes con las cuales se impone la norma, se viven relaciones afectivas violentas e identidades de su Ser con el Ser opresor.

En un mundo de inequidades y desigualdades la vida cotidiana de hombres y mujeres de los sectores populares y especialmente en la vida de la población joven se viven gritos de rabia y odio transformadas en dinámicas delincuenciales. Por otra parte, se vienen configurando prácticas que recogen actitudes y creencias ‘fatalistas’ con las cuales se pierde la sensibilidad de la crítica ante la ‘ideología que prevalece en la sociedad actual.

Finalmente, Masi (2008) se apoya en (Freire, 2003, p.6) para decir “este discurso es inmoral, absurdo. La realidad no es así, la realidad está así. Y está así no porque ella quiera, ninguna realidad es dueña de sí misma. Esta realidad porque estando así, sirve a determinados intereses de poder.” (p.81).

Coincidiendo con el diálogo entre Masi (2008) y Freire (2003) ‘La realidad no es así’. En la disputa de las clases sociales por el campo de la Cultura, en la cotidianidad de las formas y estilos de vida también se preparan las circunstancias para las reflexiones y las acciones críticas y de resistencia al ‘consumo’ como un universo de acciones sin cohesión; cuando lo relacionamos con el valor cultural de la identidad. 

Nuevamente con, De Pablos y Sánchez, (2003).Para las formas de vida o estilos de vida cotidiana, es básico y decisivo hacer suyos los parques, los museos, las plazas públicas, de mercado, la conversación y los relatos entre ‘vecinos’ etc., en consecuencia, los nuevos sujetos populares y movimientos sociales estimulan políticamente a las personas para cambiar su manera de vivir a un modo o estilo digno de vida como manifestación de sus potencialidades personales para luchar por la construcción de Otras formas de hacer ‘comunidad’.

De esta manera Soldevila (1998) citado por los autores presenta el proceso de construcción social de los estilos de vida.

Hay, una primera fase deconstructiva, caracterizada por la construcción del propio proyecto personal, y una fase de implementación interactivo comunitario, es decir la puesta en práctica del propio estilo de vida: unos valores y fines, unas formas y condiciones de vida que se expresan de manera comunitaria (p.13).

Las formas o estilos de vida igualmente están puestas en el marco de la expresión

“calidad de vida”. De Pablos y Sánchez, (2003) citan a Setién (1993, 137-138), quien la define como 

“El grado en que una sociedad posibilita la satisfacción de las necesidades (Materiales e inmateriales) de los miembros que la componen, capacidad que se manifiesta a través de las condiciones objetivas en que se desenvuelven la vida societal y en el sentido subjetivo que de la satisfacción de sus deseos socialmente fluidos y de su existencia poseen los miembros de una sociedad.” (p.14).

Un elemento básico, fundamental y decisivo en la calidad de vida; se encuentra en la aptitud de la fuerza la cual caracteriza a la autorregulación y autonomía de las personas en relación con las situaciones y circunstancias concretas para existir, vivir, para apropiarse de los saberes, conocimientos y las prácticas de los valores culturales con raíces en lo ancestral, en la memoria de las luchas políticas, por las búsquedas para existir como comunidades en medio del consumo global, las cuales contemplan los derechos de los pueblos, incluyen el territorio sin olvidar las necesidades para existir (y no para subsistir).Un proyecto que se decide en el día a día, en el ahora y en el aquí, basado en el diálogo familiar, barrial, veredal y ciudadano. 

De acuerdo a lo anterior la calidad de vida de un solo modo no compromete a la persona, también contrae compromisos con el grupo social, convoca a reconocer el derecho a la organización y participación comunitaria y a despertar el interés por lo colectivo.

La calidad en las formas o estilos de vida, nos pone frente a la tarea de pensar y trabajar desde lo educativo y lo comunitario la Autonomía. Es decir, potenciar la fuerza de Ser capaz de regular y defender el derecho a la libertad de decidir en nuestras vidas e incidir en las transformaciones sociales en niños(as), jovenes (mujeres y hombres), mujeres, obreros, comunidades étnicas, campesinas, hombres y mujeres de la diversidad sexual etc., pasando por encontrarse con sus valores culturales, tomar conciencia de las prácticas hegemónicas con las cuales están oprimidos y alienados y a ‘valorarse’ como sujetos de derechos.

La autonomía lleva consigo misma los aprendizajes de ‘cómo y cuándo’ atender otras inclinaciones, cuando negociar los valores culturales, los momentos y las personas con los cuales, y quienes hago acuerdos y sobre cuáles argumentos hago diálogos con otros sujetos sociales. Aquí es necesario incorporar la reflexión sobre “Negociación cultural”. En términos de Germán Mariño (1994)

la negociación cultural se basa en el principio de reconocer para negociar; según este educador colombiano: “se piensa en términos de una negociación… pues se rompe con la ingenua idea que basta con que el otro escuche contundentes argumentos para que transforme inmediatamente su manera de pensar y actuar. Inclusive, va más allá de la teoría del conflicto, en la medida que también modestamente asume que conflictuar (sic) al otro es algo mucho más difícil que vencerlo en un duelo verbal y/o de evidencias empíricas; cambiar una mentalidad es enfrentarse a un todo profundamente arraigado y como si fuera poco, sustentado no sólo en aspectos de orden cognoscitivo sino en elementos que van desde el miedo y la fe, hasta la ética y la moral. En últimas, es enfrentarse a un cambio cultural.”(Posada, 1997, p.8).

En las formas de vida cotidiana, los sujetos reelaboran sus valoraciones y manifestaciones culturales construyendo aprendizajes basados en la perseverancia y la insistencia en ponerse de acuerdo con otros(as) sobre las condiciones para vivir. Y es aquí donde vuelve a tomar peso la categoría ‘Calidad de vida’, en la calidad de vida se desarrolla la capacidad de percibir y comprender imágenes, impresiones o sensaciones externas de importancia decisiva para el desarrollo de la Praxis social.

Ya en (1973) Freire, proponía 

La Praxis es la reflexión y la acción de los hombres sobre el mundo para transformarlo, sin ella es imposible la superación de la contradicción opresoroprimido. Defendemos la Praxis, porque la Praxis es la teoría del Quehacer.
La acción solo es humana cuando más que un mero hacer es un Quehacer, vale decir cuando no se dicotomiza de la reflexión. La reflexión es necesaria a la acción, está implícita en la exigencia (Molina, 2019, pp.12-13).

Los sujetos son seres de la acción y del Quehacer diario y su Quehacer diario es

Praxis, es decir la posibilidad de Hacer y de Tener ideas para cambiar el ‘mundo’ motivada desde las acciones. El Quehacer no se da sin la reflexión y la acción de los otros y las otras; los cambios no se hacen sólo con la teoría, ni solamente con la acción; se hace con la Praxis.

Situamos en la Praxis, la calidad de vida como proceso de diálogo entre los sujetos y el entorno social y cultural rodeado de conflictos por conquistar proyectos de vida y recibir propuestas alternativas “para hacer real lo posible” accediendo a los derechos y a la posibilidad de otros mundos posibles (De Pablos y Sánchez, 2003).


[1] Los investigadores(as)ubicados(as) en la perspectiva teórica social crítica latinoamericana nombran el sentido común como lo nombra el profesor de la Universidad Pedagógica Nacional Renán Vega Cantor, “Sentido común Neoliberal.” (2015, p.4).